lunes, 19 de noviembre de 2012

Awake

Tanto empeño en buscar el encuadre perfecto, en seguir las reglas de composición y en dejar el horizonte totalmente recto. Tanto interés en crear la iluminación exacta, en sacar luz de donde no hay o en oscurecer para intensificar los colores. Tanto en saturar éstos, en recortar lo que "sobra" o en añadir efectos que cambien por completo lo que está delante de nosotros. Tanto pensar en los demás y querer que sólo ellos puedan disfrutarlo cuando vean tu fotografía. Tanto esfuerzo para, al final, un día, encontrarte en un lugar remoto (donde el paisaje es incluso más bonito de lo que imaginas) con la cámara en la mano (batería a tope y tarjeta vacía) y ni percatarte de que la llevas. Quedarte quieto. Ni encenderla. Y darte cuenta de que la mejor fotografía la tomas con la mente y la almacenas en los recuerdos, y comprender que ese instante es sólo para ti. 

Estar aquí, en un país extranjero, lejos de mi familia y mis amigos, lejos de (casi) todas aquellas personas realmente importantes para mí, me ha ayudado enormemente a abrir los ojos. A estar atenta. A apreciar más cada cosa: cada momento, cada paisaje, cada detalle, cada hora y cada minuto. Me ha ayudado y me ayuda a pararme un segundo, a ver y a observar. A observar y a ver. A guardar detrás de mis pupilas cada gota de lluvia, cada hectárea de hierba verde (verde de verdad) y cada ráfaga de viento (que duele, pero alivia). 


Pero tranquilos, que aunque crea que ese momento me pertenece a mí (y a mi acompañante), siempre podré contaros todo lo que vi, todo lo que escuché. Describiros todo lo que sentí y todo lo que soñé...






¿He vuelto?