lunes, 19 de noviembre de 2012

Awake

Tanto empeño en buscar el encuadre perfecto, en seguir las reglas de composición y en dejar el horizonte totalmente recto. Tanto interés en crear la iluminación exacta, en sacar luz de donde no hay o en oscurecer para intensificar los colores. Tanto en saturar éstos, en recortar lo que "sobra" o en añadir efectos que cambien por completo lo que está delante de nosotros. Tanto pensar en los demás y querer que sólo ellos puedan disfrutarlo cuando vean tu fotografía. Tanto esfuerzo para, al final, un día, encontrarte en un lugar remoto (donde el paisaje es incluso más bonito de lo que imaginas) con la cámara en la mano (batería a tope y tarjeta vacía) y ni percatarte de que la llevas. Quedarte quieto. Ni encenderla. Y darte cuenta de que la mejor fotografía la tomas con la mente y la almacenas en los recuerdos, y comprender que ese instante es sólo para ti. 

Estar aquí, en un país extranjero, lejos de mi familia y mis amigos, lejos de (casi) todas aquellas personas realmente importantes para mí, me ha ayudado enormemente a abrir los ojos. A estar atenta. A apreciar más cada cosa: cada momento, cada paisaje, cada detalle, cada hora y cada minuto. Me ha ayudado y me ayuda a pararme un segundo, a ver y a observar. A observar y a ver. A guardar detrás de mis pupilas cada gota de lluvia, cada hectárea de hierba verde (verde de verdad) y cada ráfaga de viento (que duele, pero alivia). 


Pero tranquilos, que aunque crea que ese momento me pertenece a mí (y a mi acompañante), siempre podré contaros todo lo que vi, todo lo que escuché. Describiros todo lo que sentí y todo lo que soñé...






¿He vuelto?

lunes, 9 de abril de 2012

Hundo en tu boca mi vida

-¿Eres feliz? -preguntó él mientras acariciaba el hueco desnudo que queda entre sus senos. Nada le gustaba más que dejar reposar su mano allí.
-Sí, lo soy. -le contestó, sonriendo, ella.
-¿Antes no lo eras? -dijo, desconcertándola.
-Sí, sí lo era. -respondió totalmente segura. No podía negar que antes de que él llegara fuera feliz, porque lo era.
-Ya... -él dudó, algo decepcionado, alejando la vista para que ella no pudiera encontrarla, apartando la mano de su cuerpo. 
Él había preguntado, ¿por qué ahora se mostraba así?
-¿Y tú? ¿Acaso no lo eras antes? -espetó sorprendida, casi molesta, buscando algo con lo que taparse.
-Sí, también. -dijo, agarrándola tiernamente por un brazo y llevándola hacia él. 
Tampoco podía engañarla: él siempre había sido un chico muy feliz. Entonces, ¿por qué se molestaba?
-¿Debería cabrearme yo? -cuestionó, clavando su mirada en aquellos ojos claros. Aquellos en los que podía perderse y le daba igual si no volvía a encontrar la salida. 
No podía enfadarse con él.
Como respuesta bajó su cabeza, algo avergonzado.
-Y dime, ¿sigues siéndolo ahora? -dijo, dejando que su voz sonara más dulce y elevando suavemente el rostro de él con su mano derecha.
-Ahora más. -confirmó abrazándola.
Y al terminar su abrazo, se observaron, y no hizo falta que dijeran más. Ni "te quieros" ni palabras bonitas. Allí no se oyó más que el silencio. 



No necesitaban declararse su amor eterno ni anunciar continuamente lo que se querían. Ellos lo sabían con sólo mirarse.

martes, 13 de marzo de 2012

Me robó el corazón, la respiración y el sueño.

En un momento dado aceptó que iba a tener que pasar su vida sin él, pero una parte de ella pequeña y despreciable -de vez en cuando le veía asomar la cabeza- seguía esperando. Era como una habitación que había permanecido cerrada e intacta desde que él se marchara y que estaba esperando a que se dieran las circunstancias idóneas para abrir las puertas, retirar las fundas de los muebles y dejar entrar la luz.


-Tendrás que olvidarte de él -dijo Grace, como si fuera tan fácil como decidir cambiar las sábanas de la cama.
-Lo haría si pudiera. -Me habría cortado gustosamente un brazo si pensara que eso podía frenar el dolor. Pero me sentía pequeña e impotente frente al enorme poder de éste.
Durante el verano había abrigado la esperanza de que mi sufrimiento tuviera un límite. Ahora comprendía que siempre iba a estar ahí y que nada conseguiría apagarlo.


-Ten un poco de amor propio -me instó Grace.
-Me encantaría tenerlo -repuse con voz queda-. Si supiera dónde conseguirlo, iría allí como una bala.
-Sólo has de decidir que lo tienes.
Negúe con la cabeza.


-Grace, no hay nada más aterrador...o humillante que el hecho de que alguien ya no te ame.
-Le ocurre a todo el mundo. -Grace era desafiantemente práctica.
-Yo no soy todo el mundo. Yo no soy normal.
Grace la observó.


-Y, seamos realistas, Grace, aunque no estuviera jodida -conseguí soltar una risita-, aunque fuera la persona más equilibrada y alegre del planeta, olvidarse de él no es fácil.



jueves, 2 de febrero de 2012

De nuevo.

¡Hola a todos!
Vuelvo. Aunque de momento sólo para pediros perdón. ¿Qué menos que una disculpa por casi dos meses de ausencia? Lo siento, pero, por otra parte, espero que me hayáis echado de menos.
Creo que la historia de "El paraguas" la dejaré para Diciembre de éste año... No, en serio, en cuanto se me encienda la bombilla continuaré, lo prometo.
Últimamente estoy falta de imaginación, de inspiración y de ganas de ponerme. Además, he tenido el ordenador roto y eso no ha ayudado.
Ni me despedí del 2011 ni di la bienvenida al 2012. Ni siquiera hice una entrada a mis, recién estrenados, 20 añitos. Y mira que tengo cosas que decir de cada uno de éstos acontecimientos... Pero en ésta etapa de mi vida no sé cómo expresar cada una de ellas. Así que, aquí dejo mis disculpas, y mi promesa de que no tardaré tanto en volver, tanto a escribir en mi blog como a visitar los vuestros.

Gracias :)

martes, 6 de diciembre de 2011

από την ομπρέλα

No llueve. De hecho, hace meses que no cae una sola gota. Y aunque los campos lo están sufriendo, a ella ésto no le importa. Nunca volverá a salir a la calle sin su paraguas. Llueva o no. Nunca desde hace 15 años. Desde aquel 7 de Mayo. Ese día sí que fue lluvioso. 


Ella, Amy -que era como la llamaban, y aunque nadie me dijo jamás su verdadero nombre, imagino que sería tan dulce como ella.- se disponía a salir de su casa. Tenía una cita muy importante, de ésta dependería el resto de su vida. 
Esa mañana se había levantado con un gran buen humor y una sonrisa de oreja a oreja, y es que al descorrer las cortinas se había llevado una gran sorpresa: el sol brillaba más que ningún otro día; una leve brisa mecía los árboles salpicados de colores vivos, dignos de una hermosa primavera; y los pájaros cantaban hoy su canción preferida. Amy era una chica realmente pesimista, y pocas cosas eran las que podían hacerle reír. Pero, aquel día, día 7 -su número de la suerte- sabía que iba a ser perfecto. Nada podría ir mal. Nada arruinaría esa sonrisa que tanto le había costado sacar. O eso creyó ella. 
Se lavó la cara, desayunó como una reina, se duchó y descolgó la ropa que ya había elegido la noche anterior. Camisa blanca a rallas de color salmón, pantalón de traje, americana, y sus queridos Manolo Blahnik -aquellos por los que tanto había tenido que ahorrar- a juego con la camisa. 
Ya vestida y delante del espejo de su único baño -"un aseo decorado nada acorde con mi personalidad", se quejaba ella- colocó en el pelo -aquel pelo largo, liso, y oscuro como el carbón- unos palillos chinos color de su cabello, y se hizo un sencillo moño en el que toda su melena quedó recogida, salvo dos finos mechones que dejó descolgados a ambas partes de su rostro. Ya que no le gustaba maquillarse de manera excesiva, se limitó a extender por su cara unos polvos blancos del color de su piel; un sencillo colorete rosa -su favorito. A veces se preguntaba porqué tenía todos los demás, sabía que no los usaría-; un poco de máscara de pestañas -tampoco necesitaba mucho, ya eran largas y abundantes. Hacían que sus ojos pudieran abanicarte cuando la mirabas-; y una capa de brillo que parecía hacerle los labios más delicados, como si en cualquier momento fueran a volver a enarcarse para no volver a sonreír más. 
Lista ya para salir, agarró su nuevo maletín -previamente preparado con todo lo que pensaba que necesitaría-, cogió una fina chaqueta por si -aunque era totalmente improbable- le daba al tiempo por cambiar, y abrió la puerta de su piso. Bajó las escaleras tan feliz como se había levantado. "Sí, hoy será un maravilloso día", auguraba. Encontró el portal abierto -ni siquiera tendría que hacer el esfuerzo de abrirlo ella misma, (¡con lo que le costaba!)-, y salió finalmente a la calle.


Quién le iba a decir a ella, que tras cruzar la línea que separaba las baldosas de la escalera con la acera de la calle, habría cambiado su vida para siempre. Quizás para mejor. Quizás para peor. Pero que nada volvería a ser como antes...






Os dejo hoy con la primera parte de un relato que empecé a escribir ésta mañana. Y que espero continuar escribiendo otro día. 

martes, 29 de noviembre de 2011

Déjame ser  
el mejor de tus errores.


Se tú el peor de los míos.


Y si no sabes lo que quieres ser, yo te lo digo, se mi no sé qué.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Necesidad




"Luna. Una luna gloriosa. Llena, gorda y rojiza, que da a la noche la misma luz que si fuera de día, un reflejo que flota sobre la tierra trayendo alegría, alegría, alegría. También trae ese ruido sordo de las noches tropicales: la voz suave y salvaje del viento que te eriza el vello del brazo, el lamento hueco de las estrellas, ese bramido de la luna sobre el agua que te hace rechinar los dientes.
Todos responden a la Necesidad. Oh, ese alarido sinfónico de mil voces que se esconden, el grito de la propia Necesidad, la entidad, el observador silencioso, algo que está frío y quieto, que se ríe, el Bailarín de la Luna. Ese yo que no soy yo, eso que se burla y se ríe y llega con la intención de saciar el hambre. Con la Necesidad. Y en esos momentos la Necesidad era muy fuerte, se arrastraba sigilosa y fría anillada, restallando pensativa, dispuesta, muy fuerte, muy dispuesto ya..., pero seguía esperando y observando, y obligándome a mí a esperar y observar".