Estar aquí, en un país extranjero, lejos de mi familia y mis amigos, lejos de (casi) todas aquellas personas realmente importantes para mí, me ha ayudado enormemente a abrir los ojos. A estar atenta. A apreciar más cada cosa: cada momento, cada paisaje, cada detalle, cada hora y cada minuto. Me ha ayudado y me ayuda a pararme un segundo, a ver y a observar. A observar y a ver. A guardar detrás de mis pupilas cada gota de lluvia, cada hectárea de hierba verde (verde de verdad) y cada ráfaga de viento (que duele, pero alivia).
Pero tranquilos, que aunque crea que ese momento me pertenece a mí (y a mi acompañante), siempre podré contaros todo lo que vi, todo lo que escuché. Describiros todo lo que sentí y todo lo que soñé...
¿He vuelto?