martes, 11 de octubre de 2011

Water

No sé qué habrá sido, si el gel de soja que compró mi madre, que dan ganas de comérselo; la esponja que hoy estaba más suave que nunca (al principio cuando la compré era horrible, podía oír como cada poro gritaba: ¡Auxilio!); el vapor del agua ardiente (sólo hasta que empieza a ser algo agobiante); o el frío que me recorre al cerrar el grifo de la ducha (esta sensación no la tenía desde que acabó el invierno pasado).
No sé si sería la inspiración, que me vino cuando vi rodar esas diminutas gotas calientes por mi cuerpo, o el notar como el agua entraba en mis oídos. Pero este baño limpió mi cabeza, por fuera y por dentro.
Limpio el cabello, limpios mis pensamientos.
Ahí dentro, mientras escuchaba como salía el agua a presión, todo estaba bien.

Una lástima que después de enjuagar el jabón a conciencia, todo hubiera terminado.
Quise alargarlo un poco más, pero ya sería desperdiciar demasiada agua. Tuve que salir.

Ahora, fuera, envuelta en la toalla, y mientras intentaba que dejase de gotear mi pelo, me topé con la realidad.
Aun así me esfuerzo por pensar que no hay de qué preocuparse.

Pero, cuando ya llevo puesto el pijama y me siento en el ordenador para escribir todo aquello que se me ha ocurrido mientras me duchaba, me secaba, etc., mi madre entra en mi habitación. Y me da esa noticia que ya esperaba desde ayer, esa que no quería escuchar pero que tarde o temprano tendría que oír.

Ya no hay paz, ya no hay armonía, ya no existe la tranquilidad.
Desde luego, los problemas que tenía anoche me hacen reír hoy. Los problemas que han llegado hoy, probablemente me harán llorar mañana.


Sólo...ánimo. Que estaremos contigo ya lo sabes.

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